sábado, 17 de octubre de 2009

La seño Tarsa

La seño Tarsa

Siempre la llamè abuelita Valiente,para mi era el ser mas tierno del mundo, pero claro era la abuela en todo el sentido de la palabra.

De pequeña no sabia por què le decìan seño Tarsa, luego comencè a entender, la vi celebrar sus 50 años de magisterio,lo hizo brindando con alumnos y amigos.

La vi criar nietos con profundo cariño.
Una tarde, ya entrada en años, la encontrè en una profunda tristeza, bañada por la luz vespertina que se filtraba entre los calados de la casa del callejòn Cano.

Habìa muerto Gerardo, el tio Kola, su hijo.
Me impresionò lo sublime de la imagen, y ahondò en mi corazòn.
La fui entendiendo, amándola cada dia màs.

La vi perder a Hernando, otro hijo del alma, y se purificò mas aún, nunca se amargò, siempre brillò en su bondad y sabidurìa.

Era una mujer de letras, de arte, siempre dispuesta al conocimiento. Se graduò de maestra muy joven y su primer nombramiento fue en Còrdoba Bolivar, tambièn conocido como el Tetòn.

Llegò en chalupa acompañada por su madre, navegando por el rio Magdalena, era la primera maestra del pueblo.

Allì la esperaba Andrès Jerònimo Ochoa Navarro, el gamonal.
Un hombre alto, buen porte, elegante, vestido de lino blanco y sombrero. Se prendò de ella al instante.

El tenìa dobladoras de tabaco, criaba ganado, tenìa chalupas que le daba a los lugareños para que pudieran pescar para si mismos.
Llegaban canoas cargadas de frutas, y al caer la tarde enviaba a un trabajador para saber si habian vendido todo, si quedaba algo él lo compraba.

El era mi abuelo, tuvo con la seño Tarsa 6 hijos, vivìan en la abundancia de amor y conocimiento. El encargado de sus asuntos, siempre pendiente del bienestar de su pueblo.
Ella enseñando en la escuela, con sus bancas largas donde llegaba la tia Merce, chiquita, a sentarse y empujaba a las alumnas hasta que las veìa caer.

Era la menor de las hijas, 3 años a lo sumo en ese entonces, caminaba por el pueblo a sus anchas, pero es que a los hijos de la niña Tarsila quien no los querìa.

A medida que los niños crecìan fueron traidos a Cartagena a vivir con su abuela Monica Altamiranda, "para que no se quedaran montunos", a la calle de los 7 infantes, en el barrio de San Diego.

Al cumplir mi madre 5 años, quisieron hacer lo mismo, Andrès Jerònimo se encontraba en Sambrano, un pueblo vecino, y al saber la noticia cabalgò desaforadamente a evitarlo, pero su corazòn sensible no aguantò y falleciò.

La abuela enviudò joven, jamàs se volviò a casar, dedicò su vida al conocimiento.
Ya entrada en años, balanceandose en su mecedora, cambiò el orden mundial, y ella repetìa el nombre de las nuevas capitales tras la caida de la cortina de hierrro.

Era increìble, en una fiesta deleitò a un invitado argentino cantandole el himno de su pais, su voz era maravillosa.

Tocaba el piano y el tiple, y los mejores arrullos que tuvieron mis hijos, los mas ritmicos, llenos de percusiòn, apurrundungao ta tà, apurrundungao ta tà, pero yo boñito pè, pero yo chiquito ta tà, fueron de ella.

A sus 90 años la llevè a la lejana Còrdoba de sus recuerdos. Un corrillo de niños llegò a la casa de Ahija Marina Alvarez Ochoa, una de sus alumnas y pariente ademàs, porque todos en el pueblo eran Ochoa.

Todos querian saludar a la primera maestra, contemplamos el atardecer en el caño Constanza, recordò con alegria anècdotas, y partimos.

Al poco tiempo en un, aniversario de muerte de Andres Jerònimo, cerro el espejo de tres cuerpos de cristal de roca de su tocador centenario, con una cinta morada.

En varias ocasiones su habitaciòn se llenò de luz y conversaba con los difuntos, llegò el momento de partir...

Cerrò sus ojitos a los 93 años rodeada de familia que la adoraba, hoy trece años despuès me entero que la extensiòn cultural de Còrdoba lleva su nombre y quieren un retrato suyo para que los niños la conozcan.



Los 50 años de magisterio de Balita, abuelita Valiente